Estos días pasados, durante el confinamiento por la pandemia del covid-19, en que muchas familias volvían a estar juntas y apretadas en casa la mayor parte del tiempo (si no todo), probablemente ya se dieron cuenta a través de la revisión de las facturas, que o no necesitaron poner la calefacción, o bién sólo tuvieron que encenderla a muy baja potencia. Fueron las consecuencias de permanecer tantas personas urdiendo y cavilando en la misma habitación. Y de disfrutar de una nueva energía, un nuevo calorcito o energía coronarenovable.

Blog Literario - Lucas JM - Calorcito o energía coronarenovable

Calorcito o energía coronarenovable

Todos respirando el mismo aire que a nadie pertenece pero que a todos afecta e infecta, circulando con total impunidad, mezclando y repartiendo las emulsiones corporales por doquier. Este calorcito o energía coronarenovable, nos ha devuelto quizás a nuestro hogar, que es algo más que las cuatro paredes que dan forma a nuestra casa. Pero aire o agua, qué más da, no acabamos de darnos cuenta, de fijarnos en el medio en el que vivimos y seguimos dándolo por hecho.

Así abría David Foster Wallace su elocuente y lúcido discurso en la apertura de curso de la Universidad de Kesyngton en 2005:

”Están dos peces nadando uno junto al otro cuando se topan con un pez más viejo nadando en sentido contrario, quien los saluda y dice, “Buen día muchachos ¿Cómo está el agua?” Los dos peces siguen nadando hasta que después de un tiempo uno voltea hacia el otro y pregunta “¿Qué demonios es el agua?”

Este calorcito que se comparte de manera inconsciente y altruista, no se gasta, no contamina, está siempre disponible, es gratis y es universal. Es capaz de eludir todas las fronteras raciales y culturales, sociales y políticas, religiosas y comerciales, las impuestas y las naturales. Y es por todos estos motivos por lo cuales, puede que al principio no lo valoremos o cotice a la baja en las bolsas. Porque todo lo que ya traemos de serie cuando nacemos por el no tan simple y si mágico hecho de ser personas, parece que no tiene caché ni manager que lo sustente dentro de nosotros mismos.

Tiene que venir siempre alguien de “afuera”, alguien que nos mire aunque sea por encima y con el ojo tuerto, para aplaudirnos y registrar como auténtico y peculiar eso que hacemos.  Y porque parece además que este calorcito no está de moda, como le ocurre a todo lo que no es franqueable y sensible a través de una pantalla y un teclado, y que incorpora sonidos chorreantes  y colores electrizantes. Pero ahí anda inexorable impregnándolo todo.

Lo más valioso, lo más simple y lo más importante escapa siempre a nuestros ojos –se decía más o menosEl principito”.

Y vino lo inimaginable hasta hoy …

Total, que un bichito anodino, sin gracia ni abolengo, que se pasea silencioso y que se percibe taimado pese a su sencilla arquitectura de dimensiones mucho menos que Liliputienses y que al no ser un ser vivo como tal, no tiene rumbo consciente pero sí un propósito programado, nos obligó a tomar medidas inverosímiles e inversamente proporcional a su tamaño para poder desviarlo de su afanoso empeño. Nos sacó los colores, los calores y lo poco que aún nos queda de inteligencia no artificial.

El “blockchain“, ese misterioso rosario tecnológico para los mortales de a pié que acredita la autenticidad de sus cuentas por el consenso y la autoridad convenida de todos sus miembros –sin policía ni amo, es ahora el calor por inducción. Calor que emanamos de forma espontánea por nuestra piel (no hacía falta tampoco esperar a los abrazos físicos). Sí, esa piel que tenía más de tres capas y que ahora se reblandece ante la evidencia y la contundencia de lo que trae y lleva la naturaleza, que no es más que lo que tiene que ser por cuenta de su curso formal y por nuestras atrocidades, todo sea dicho de paso.

Es necesario recordar también, que no tiene que cundir el pánico, que todos se relajen, que se dejen sentir las emociones hasta el final y que no se precisa la atención de ninguna fuerza de emergencia ni de seguridad: nadie saldrá ardiendo.

“Calorcito o energía coronarenovable”
Lucas JM

 

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Articulo Lucas JM

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