Aprehender, no es solamente adquirir conocimientos, va un poco más allá de lo que entendemos por aprender sin más, de forma quizás mecánica. Aprehender es “hacerlo tuyo”, concebir la esencia de las cosas y de lo que haces sin hacer ningún juicio. Lo que aprehendí, lo interioricé y lo integré como una parte orgánica de mí, impregnando mi “hacer” conscientemente y de manera natural. Aprender a aprehender, facilita ese fluir en el cual, es nuestra esencia quien protagoniza nuestra vida, y no nuestro ego.
Aprendí
Hace mucho aprendí, que haga lo que haga, me siento más cerca de mí al hacerlo con intención, con ganas, con ilusión, que no basta con decir “yo soy”, “ te quiero”, “ojalá”, que no basta ser ese “alguien” sin más. Que es mejor también parecer que se es “ese alguien”, y que es posible llegar.
Aprendí hace tiempo, que el amor es un regalo con el que no se puede negociar ni especular, que no se mantiene solo, que muchas veces no se elige ni se puede evitar, que solo muere si uno quiere, que es mejor amar que ser amado, pero que todos necesitamos un poquito de esa radiación inexplicable que no se agota y que nos hace temblar. Fidelidad, compañía, atención, ternura, cariño, amistad:
“El viento que me inunda con todos tus secretos,
una mariposa que bate las alas prendiendo
flores en los sueños para que luego se hagan realidad. Desde el precipicio de tu alma,
y cuando me asomo, esa paz.
Aprendí, mientras unas personas entraban y otras salían de mi vida, que no pasa el tiempo, sino nosotros, que a veces nuestros amigos parecen perdidos y es simplemente que prefieren a otros, que para vivir el presente de manera afortunada, necesito saber y aceptar donde estoy y comprender para que sirve todo aquello que pasé, a quien rocé. Que para mirar de vez en cuando al futuro, se puede empezar cada día desde cero, pero sin olvidar que tenemos una historia, un equipaje en parte heredado y en parte acumulado o ganado con esfuerzo, unas herramientas que aprendimos a manejar, unas marcas, una huella, cosas que contar, gente a la que olvidar y amigos a los que no podemos dejar atrás. Que somos la suma de lo vivido y lo que nos queda por vivir, que es más difícil saber lo que uno quiere que lo que no quiere, que nada ocurre por nada ni por casualidad, que la paciencia es un tesoro, que para ser feliz, uno puede hacer lo que le de la gana pero sin molestar.
Aprendí que la vida puede ser dura no por los problemas y las dificultades al andar, sino porque por más que uno araña y araña, uno no siempre recoge lo que esperaba ni aquello que sembró. Porque las tempestades y las tormentas no respetan a nadie, porque el suelo que parecía tan fértil, resultó que era estéril, porque no llueve, porque no sale el Sol, y porque a veces, el corazón recorre caminos que la cabeza nunca vio y sin saber por qué, se separan, y es cuando
“al mirar ese cielo azul, claro, limpio y transparente
que nos iluminó y nos llenó de esperanza una vez,
ahora nos produce miedo, vértigo y vacío,…, soledad.
Aprendí que nada es seguro, que lo que la vida te da un día, como dice el escritor, mañana te lo quita. Que una madre es siempre más que un madre, más de lo que uno nunca podrá imaginar, y por eso, aunque nos falte, no necesito lamentarme ni protestar, tan solo agradecer y el deber de seguir luchando, de ser felices, de disfrutar. Aunque también aprendí que la mejor manera de apreciar algo, es carecer de ello por un tiempo, que nada de valor se obtiene sin esfuerzo, que si tu vida está libre de fracasos, es porque no te estás arriesgando lo suficiente, que muchos nos necesitan y les podemos ayudar, que hay que tener cuidado porque a veces, donde empieza la compasión, a veces acaba el amor. Basta cambiar unas letras para dar con la clave, basta comprensión. Aprendí que para ello es importante decir quienes somos antes que esconderse, decir lo que sentimos, no perder el entusiasmo, la curiosidad, las ganas de explorar, asumir cada segundo no como un instante, sino como un sueño diferente, un nuevo despertar.
Aprendí que la felicidad solo se entiende con las personas a las que queremos, que si no tenemos a nadie que la comparta, se muere, sin más. Aprendí que si quieres a alguien, no basta con apostar un beso con las manos vacías, hay que confiar, hay que entregarse y si es necesario hasta hay que volar. Que el miedo es inocente y libre, pero nos hace tanto daño a nosotros como a las personas que tenemos detrás.
Aprendí que todos merecen ser escuchados, que para que te oigan, lo más importante es no gritar, que todos merecemos una oportunidad, que una persona se puede equivocar, que puede dudar por un tiempo, pero no vale jugar, que de nada sirve retrasar lo inevitable, que se puede engañar a otra persona toda la vida, pero a nosotros mismos, solo durante algún tiempo, nada mas.
Aprendí que proyectar tu amor, tu forma de ser, tu pensamiento, tu mente, tu magia, tu forma de caminar, te proyecta a ti, que todos somos especiales, que la honestidad es la mejor propaganda y la mejor bandera para que dos personas puedan ganar. Aprendí que la única inmortalidad que existe es la de las cosas bien hechas, que solo yo puedo considerar y valorar mis propios éxitos y que están por encima de lo que digan o piensen los demás. Aprendí que la fama y la belleza, están escritas en el hielo, y el sol tarde o temprano lo derretirá, que a menudo me olvido de lo que aprendo, y por tanto, debo anotarlo y repasarlo, sin miedo a recordar.
Aprendí sin contradecirme, a no dejar de mirar hacia el futuro sin abandonar el presente, que puedo ser valiente, sincero, darme ánimo y pensar que todavía hay muchos buenos libros por leer, puestas de sol que ver, ríos donde zambullirme, acordes que tocar, cartas que escribir, montañas que escalar, amigos que visitar.
“Una mujer con la que bailar y remar,
un corazón agradecido, un día, un lugar,
un momento para recordar
y la bendición de un amor verdadero que vendrá.
Camino, mientras vuelvo a escuchar esta canción, y sé sin embargo, que todavía tengo y tendré siempre mucho que aprender y que compartir, que dar, y quien sabe, si cada uno por su lado o alguna vez juntos quizás, comprendamos los cambios no tan caprichosos de la luna y podamos al fin navegar y mantener el rumbo bajo las estrellas fijas y sobre las olas cambiantes de esta arena que piso y que un día, si Dios lo quiere, volverá a ser un mar.
“Aprendí”
-Lucas JM
¿Qué has aprendido tú últimamente?¿Qué te empujó a ello?
¿Lo hiciste tuyo de verdad? ¿Fué duro o un proceso agradable?
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Foto by Daniel Lincoln on Unsplash
Últimamente he aprendido que casi todo es efímero, por más que luches, te esfuerces y digas siempre “sí puedo” con pasión, ternura, sensibilidad y delicadeza (por qué no), fuerza, energía y amor. Pero todo ello, me hizo crecer y madurar sin perder esa inocencia que me niego a enterrar y la sonrisa ante las adversidades para con fortaleza, poder adaptarme, cambiarlas y superar.
Me empujó a debatirme entre el corazón y la razón, confié en el corazón pero la razón ganó la batalla… espero no perder la guerra.
Fué duro o quizá podría definirlo como desagradable de proceder.
Es maravilloso escribir la palabra “fué” 🙂
Darte las gracias por enseñar tanto en tus palabras y hacer que mis descansos sean otro regalo.
Gracias de nuevo, siempre
Querida Silvia, no importa cuanto nos equivoquemos o lo mal que nos salgan las cosas si estamos didpuesto a aprender. Sabemos ya que la vida es movimiento y cambio, y eso implica errar, caer … y volver a levantarse, más fuertes y más sabios. Esa sabiduría conlleva un mayor entendimiento y alineación entre cabeza y corazón, más paz interna, menos conflicto, más fluir.
Muchas gracias a ti por tu tiempo atena mis escritos y tus palabras de. Yo también aprendo de eso que te sucede por dentro, graciss por tu presencia h compañía, por exponerte.
Que tengas bonito día. Abrazo grande(())